Corazón negro by Karen Robards

Corazón negro by Karen Robards

autor:Karen Robards
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2011-08-09T22:00:00+00:00


Capítulo 18

A pesar de la inoportuna rigidez de su hombro, de estar cada vez más hambriento, de una notable debilidad corporal y de la irritación que suponía verse reducido a ser un oso gruñón por tener que guiar a una manada de molestas féminas hacia un lugar al que no deseaba volver, Neil se encontró casi disfrutando de la experiencia mientras esperaba al pie de una pared de roca, prácticamente vertical, que se elevaba casi diez metros para alcanzar el siguiente nivel.

Durante más años de los que le gustaría la diversión y el disfrute habían sido algo tan raro en su vida, que descubrió sorprendido que los había echado de menos. No tuvo que darle demasiadas vueltas a la cuestión para encontrar la causa: Beth. Desde que se habían despertado, y tras desayunar una asquerosa mezcla de agua y galletas secas que encontraron en un baúl antes de emprender una expedición que en ese momento duraba ya seis horas, ella se había mostrado concisa y breve las pocas veces que se había visto forzada a responder a algo que él le había preguntado. La mirada que acompañaba a esas respuestas había sido muy fría, por lo que dedujo que sin duda se sentía avergonzada por lo ocurrido entre ellos la noche anterior y, en consecuencia, como todas las mujeres del mundo, estaba enfadada con él.

Y seguía intentando tratarlo con frialdad en ese momento, parada a su lado observando que una de las jóvenes — Jane, la más llorona del grupo — subía con dificultad por la pared de roca. Madame Roux ofrecía una imagen realmente bonita con aquella naricilla respingona, los labios, exuberantes y muy apetecibles apretados en una línea, y los ojos azules clavados en cualquier cosa que no fuera él. La llama oscilante de la antorcha que él sostenía arrancaba ígneos brillos a aquel pelo vibrante, que ella había se recogido a la altura del cuello. Se había vuelto a poner el vestido amarillo, que seguía húmedo a la altura del dobladillo — aunque ella le había respondido un conciso «estupendo» cuando le había preguntado sobre su estado—, por lo que parecía una llama.

Una hermosa y femenina llama que estaba muy enfadada con él y no le importaba hacérselo saber.

Hacía mucho tiempo que no le ocurría eso. Casi todo el mundo solía tenerle miedo, y siempre se apresuraban a averiguar lo que quería para ofrecérselo. En concreto las mujeres se dividían en dos categorías: las jóvenes atractivas y curvilíneas que se mostraban ansiosas por servirle, y que acababan en su cama con sólo chasquear los dedos, y el resto, a las que apenas percibía.

Madame Roux era distinta.

—No puedo subir más — dijo Jane sin aliento.

Neil levantó la cabeza y vio que la joven había superado tres cuartas partes del recorrido. Jane se aplastaba contra la pared de piedra, con los dedos prendidos como garfios en una grieta que no se veía desde donde él estaba y los brazos estirados por encima de la cabeza para mantener el equilibrio en las escarpadas rocas.



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